viernes, 17 de junio de 2016





HISTORIA DEL TEATRO




El teatro es el arte de componer o representar obras dramáticas. En la historia es el arte esencialmente colectivo, el teatro presenta aspectos muy diversos. Hay que considerar en él su eclosión social, su aspecto literario encarnando a los autores, de su realización, en que aparecen los autores y toda la maquinaria escenática hoy comprendida en la voz escenografía y su funcionamiento como institución en local propio y adecuado: el teatro material.

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En este articulo involucraremos en resumida síntesis todos estos aspectos menos lo literarios específicos, tratados en las voces correspondientes: comedia, drama, ópera, tragedia, etc., y el que se refiere a la escenografía, desarrollado también oportunamente. Asimismo nos ceñiremos al desarrollo del teatro en la cultura occidental. Pero hay que reconocer la enorme importancia de esta institución en las culturas del Extremo Oriente (China y Japón) y de ciertas localidades de Insulindia (Java).
El arte teatral aparece con caracteres religiosos en la base de todas las culturas, aun las más primitivas, en forma de danzas sagradas que pronto se convierten en personas mitológicas en que miman los misterios de lo sobrenatural o trascendente. Los griegos lo llevaron a una perfección inigualada en que concurrieron el cuadro de la escena, la coreografía, la música, la recitación y el texto, con el equilibrio que caracteriza a sus templos, sus estatuas, su filosofía; tres fueron los grandes trágicos griegos:
Esquilo, Sófocles y Eurípides, a los que se debe sumarse el nombre de Aristófanes como representante principal de la comedia, genero que llevaría escena las cuestiones políticas, sociales, religiosas, etc., del momento.



Roma, a pesar de sus grandes comediógrafos Terencio y Plauto, no lo destacó en el género. Después el cristianismo dio pie para solucionar el problema del teatro profano, separando lo humano de lo divino, imposible de resolver en las viejas teologías paganas, largo proceso de secularización que fue alcanzando a todas las artes y ciencias.


Teatro, Drama y Espectáculo son tres conceptos estrechamente relacionados y frecuentemente utilizados como sinónimos cuando no como comodines aplicables indistintamente a cualquier actividad ficcional que se desarrolle en directo ante los ojos de un público. Existe una evidente dificultad de acuerdo entre los estudiosos a la hora de definir los límites de cada uno de estos conceptos y su significado en el mundo medieval y renacentista. Esta dificultad, síntoma de la riqueza y complejidad del hecho teatral, obliga a quien pretenda abordar el estudio del teatro en este período a definir el campo de actuación, fijar sus límites y concretar el significado de los conceptos que se manejan.
Los primeros estudiosos que en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX se interesaron por las manifestaciones teatrales del medievo lo hicieron armados con los criterios taxonómicos del teatro moderno, criterios que, a nadie se le escapa, no existían en la época estudiada. Se presenta por tanto otra dificultad, no sólo hay que definir los conceptos que manejamos sino también intentar averiguar qué es lo que la Edad Media y el Renacimiento entendieron por Teatro.
La primera generación de estudios modernos sobre el teatro medieval, influida por las teorías de Fustel de Coulanges sobre la función de la religión en las sociedades antiguas y por el conocimiento del papel que el ritual religioso había jugado en la aparición del teatro griego, quiso ver su origen en la liturgia cristiana. En los oficios litúrgicos la historia relatada lleva en sí el germen de la acción dramática pero con la aparición de los tropos se introdujo el diálogo, el otro componente básico del teatro occidental. De acuerdo con esta tesis, los tropos fueron evolucionando hasta convertirse en verdaderas piezas teatrales (dramas litúrgicos) con vestuario, escenografía y atrezzo. El primero de los tropos que se habría convertido en drama sería el Quem Quaeritis, diálogo musical entre las Marías que acuden al sepulcro de Cristo y el ángel que lo custodia cantado en el curso de la ceremonia litúrgica de la Visitatio sepulchri. La representación habría ido evolucionando por agregación y elaboración de nuevos elementos hasta convertirse en un drama secularizado con la utilización de las lenguas romances y la introducción de elementos profanos y cómicos (escenas del unguentarius). Tendríamos así un embrión del que surgirían tanto el teatro religioso posterior, que pronto abandona las iglesias para trasladarse al claustro y al atrio primero y a la plaza pública más tarde, como el teatro profano que no haría sino desarrollar la veta cómica del teatro religioso.

Los análisis más recientes coinciden sin embargo en destacar que los denominados dramas litúrgicos sufren a partir del siglo XIII un proceso de esclerotización y anquilosamiento, incluso con cierta tendencia a la simplificación, sin que se vean indicios de evolución que puedan conducir hacia el teatro vernáculo posterior, aunque es cierto que en algunos lugares como en Rouen la documentación permite seguir paso a paso el proceso mediante el cual la ceremonia clerical pasa a convertirse en un espectáculo público en el período que va desde finales del XIII a mediados del XV. Por otra parte la larga pervivencia de los dramas litúrgicos –hasta Trento–, conviviendo además formas muy simples con otras más complicadas, y la coexistencia en los siglos bajomedievales de los dramas litúrgicos y los Misterios pone en tela de juicio la tesis monogenista y evolucionista de Chambers y Young que suponía que los Misterios bajomedievales son fruto de la progresiva evolución de los dramas litúrgicos.

Hay que tener en cuenta también que aunque ceremonias como la Visitatio Sepulchri tengan para nosotros rasgos que las aproximen al teatro clásico y puedan ser representadas en la actualidad como espectáculos teatrales, ello no prueba que sean el origen del teatro moderno. Nada de esto estaba en la mente de sus creadores en cuyo horizonte de expectativas no cabían tales categorías, para ellos era simplemente liturgia y ceremonia, el valor teatral fue algo añadido por los estudiosos modernos al creer descubrir en ellas la semilla originaria del teatro. Si la Iglesia, que desde Tertuliano y Crisóstomo condena no sólo el teatro sino toda forma de espectáculo público, admite y difunde estas ceremonias dramáticas, es precisamente porque no las considera teatro.
En los últimos años se ha extendido entre los historiadores del teatro medieval la denominada “Nueva concepción global”, poligenista, la cual reconoce la existencia de tradiciones diversas en la dramática medieval (religiosa y litúrgica, popular y folclórica, culta y clasicista) que, sin duda, experimentaron influencias recíprocas y un mutuo enriquecimiento. Así lo expresa la profesora Eva Castro en un trabajo de 1996:
“En general, hoy se opera con una nueva premisa, que consiste en descartar la idea de que el drama litúrgico fue el elemento nuclear de las manifestaciones teatrales de la Edad Media, y asumir su reconocimiento como una expresión más de la teatralidad de aquella época, en la que coexistieron tradiciones heterogéneas de orígenes diferentes (como la litúrgica, la religiosa del drama, la popular de los Mummers, la folclórica de las fiestas estacionales y combates rituales, la culta y clasicista de Rosvita y la comedia del siglo XII); esto no significa que no hubiera influjos recíprocos que contribuyeron al mutuo enriquecimiento de cada una de estas expresiones. Asumida, pues, esta nueva propuesta, los estudios más recientes sobre el drama litúrgico se centran en perfilar la especificidad de esta manifestación y descifrar la concepción teatral que lo promovió”.


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