HISTORIA DEL TEATRO
El teatro es el arte de componer o representar obras dramáticas. En la historia es el arte esencialmente colectivo, el teatro presenta aspectos muy diversos. Hay que considerar en él su eclosión social, su aspecto literario encarnando a los autores, de su realización, en que aparecen los autores y toda la maquinaria escenática hoy comprendida en la voz escenografía y su funcionamiento como institución en local propio y adecuado: el teatro material.
En este
articulo involucraremos en resumida síntesis todos estos aspectos menos lo
literarios específicos, tratados en las voces correspondientes: comedia, drama,
ópera, tragedia, etc., y el que se refiere a la escenografía, desarrollado
también oportunamente. Asimismo nos ceñiremos al desarrollo del teatro en la
cultura occidental. Pero hay que reconocer la enorme importancia de esta
institución en las culturas del Extremo Oriente (China y Japón) y de ciertas
localidades de Insulindia (Java).
El arte
teatral aparece con caracteres religiosos en la base de todas las culturas, aun
las más primitivas, en forma de danzas sagradas que pronto se convierten en
personas mitológicas en que miman los misterios de lo sobrenatural o
trascendente. Los griegos lo llevaron a una perfección inigualada en que
concurrieron el cuadro de la escena, la coreografía, la música, la recitación y
el texto, con el equilibrio que caracteriza a sus templos, sus estatuas, su
filosofía; tres fueron los grandes trágicos griegos:
Esquilo,
Sófocles y Eurípides, a los que se debe sumarse el nombre de Aristófanes como
representante principal de la comedia, genero que llevaría escena las
cuestiones políticas, sociales, religiosas, etc., del momento.
Roma, a
pesar de sus grandes comediógrafos Terencio y Plauto, no lo destacó en el
género. Después el cristianismo dio pie para solucionar el problema del teatro
profano, separando lo humano de lo divino, imposible de resolver en las viejas
teologías paganas, largo proceso de secularización que fue alcanzando a todas
las artes y ciencias.
Teatro, Drama y Espectáculo son tres conceptos
estrechamente relacionados y frecuentemente utilizados como sinónimos cuando no
como comodines aplicables indistintamente a cualquier actividad ficcional que
se desarrolle en directo ante los ojos de un público. Existe una evidente
dificultad de acuerdo entre los estudiosos a la hora de definir los límites de
cada uno de estos conceptos y su significado en el mundo medieval y
renacentista. Esta dificultad, síntoma de la riqueza y complejidad del hecho
teatral, obliga a quien pretenda abordar el estudio del teatro en este período
a definir el campo de actuación, fijar sus límites y concretar el significado
de los conceptos que se manejan.
Los primeros
estudiosos que en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX se
interesaron por las manifestaciones teatrales del medievo lo hicieron armados
con los criterios taxonómicos del teatro moderno, criterios que, a nadie se le
escapa, no existían en la época estudiada. Se presenta por tanto otra
dificultad, no sólo hay que definir los conceptos que manejamos sino también
intentar averiguar qué es lo que la Edad Media y el Renacimiento entendieron
por Teatro.
La primera generación
de estudios modernos sobre el teatro medieval, influida por las teorías de
Fustel de Coulanges sobre la función de la religión en las sociedades antiguas
y por el conocimiento del papel que el ritual religioso había jugado en la
aparición del teatro griego, quiso ver su origen en la liturgia cristiana. En
los oficios litúrgicos la historia relatada lleva en sí el germen de la acción
dramática pero con la aparición de los tropos se introdujo el diálogo, el otro
componente básico del teatro occidental. De acuerdo con esta tesis, los tropos
fueron evolucionando hasta convertirse en verdaderas piezas teatrales (dramas
litúrgicos) con vestuario, escenografía y atrezzo. El primero de los tropos que
se habría convertido en drama sería el Quem Quaeritis, diálogo musical entre
las Marías que acuden al sepulcro de Cristo y el ángel que lo custodia cantado
en el curso de la ceremonia litúrgica de la Visitatio sepulchri. La
representación habría ido evolucionando por agregación y elaboración de nuevos
elementos hasta convertirse en un drama secularizado con la utilización de las
lenguas romances y la introducción de elementos profanos y cómicos (escenas del
unguentarius). Tendríamos así un embrión del que surgirían tanto el teatro
religioso posterior, que pronto abandona las iglesias para trasladarse al
claustro y al atrio primero y a la plaza pública más tarde, como el teatro
profano que no haría sino desarrollar la veta cómica del teatro religioso.
Los análisis más
recientes coinciden sin embargo en destacar que los denominados dramas
litúrgicos sufren a partir del siglo XIII un proceso de esclerotización y anquilosamiento,
incluso con cierta tendencia a la simplificación, sin que se vean indicios de
evolución que puedan conducir hacia el teatro vernáculo posterior, aunque es
cierto que en algunos lugares como en Rouen la documentación permite seguir
paso a paso el proceso mediante el cual la ceremonia clerical pasa a
convertirse en un espectáculo público en el período que va desde finales del
XIII a mediados del XV. Por otra parte la larga pervivencia de los dramas
litúrgicos –hasta Trento–, conviviendo además formas muy simples con otras más
complicadas, y la coexistencia en los siglos bajomedievales de los dramas
litúrgicos y los Misterios pone en tela de juicio la tesis monogenista y
evolucionista de Chambers y Young que suponía que los Misterios bajomedievales
son fruto de la progresiva evolución de los dramas litúrgicos.
Hay que tener en
cuenta también que aunque ceremonias como la Visitatio Sepulchri tengan para
nosotros rasgos que las aproximen al teatro clásico y puedan ser representadas
en la actualidad como espectáculos teatrales, ello no prueba que sean el origen
del teatro moderno. Nada de esto estaba en la mente de sus creadores en cuyo
horizonte de expectativas no cabían tales categorías, para ellos era
simplemente liturgia y ceremonia, el valor teatral fue algo añadido por los
estudiosos modernos al creer descubrir en ellas la semilla originaria del
teatro. Si la Iglesia, que desde Tertuliano y Crisóstomo condena no sólo el
teatro sino toda forma de espectáculo público, admite y difunde estas ceremonias
dramáticas, es precisamente porque no las considera teatro.
En los últimos años
se ha extendido entre los historiadores del teatro medieval la denominada
“Nueva concepción global”, poligenista, la cual reconoce la existencia de
tradiciones diversas en la dramática medieval (religiosa y litúrgica, popular y
folclórica, culta y clasicista) que, sin duda, experimentaron influencias
recíprocas y un mutuo enriquecimiento. Así lo expresa la profesora Eva Castro
en un trabajo de 1996:
“En general, hoy se
opera con una nueva premisa, que consiste en descartar la idea de que el drama
litúrgico fue el elemento nuclear de las manifestaciones teatrales de la Edad
Media, y asumir su reconocimiento como una expresión más de la teatralidad de
aquella época, en la que coexistieron tradiciones heterogéneas de orígenes
diferentes (como la litúrgica, la religiosa del drama, la popular de los
Mummers, la folclórica de las fiestas estacionales y combates rituales, la
culta y clasicista de Rosvita y la comedia del siglo XII); esto no significa
que no hubiera influjos recíprocos que contribuyeron al mutuo enriquecimiento
de cada una de estas expresiones. Asumida, pues, esta nueva propuesta, los
estudios más recientes sobre el drama litúrgico se centran en perfilar la
especificidad de esta manifestación y descifrar la concepción teatral que lo
promovió”.
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